
Tinerhir
Oasis, el camino de Nordine es una exposición en la que presenté tres obras principales: Tinerhir, Diecisiete oasis y El rompecabezas de Tinerhir. Estas piezas nacen de las enseñanzas sobre el manejo del agua que aprendí durante mi estancia en el oasis. Allí observé las diversas formas en que sus habitantes reparten y comparten los recursos escasos con respeto, aplicando lo que hoy llamamos agricultura regenerativa mediante métodos ancestrales transmitidos de generación en generación. Son formas de existir de las que, creo, podemos reaprender. Las prácticas de cuidado que se mantienen en el oasis de Tinerhir reflejan las de otros oasis del extremo nororiental de África, en una región situada al sur de los Montes Atlas: una de las múltiples puertas de entrada al desierto del Sahara cuando se viaja de Marruecos hacia Argelia. Allí, muchas formas de vida están hoy amenazadas por el avance del desierto hacia occidente, un movimiento que ya ha borrado numerosos oasis.
Instalación, 2022


Rompecabezas. Composición fotográfica hecha con capturas de pantalla desde Google Earth, 2022
Después de viajar físicamente, seguí explorando la región con la mirada del satélite, del avión, del dron o del ave, gracias a las posibilidades que me ofrecía Google Earth. En ese recorrido tecnológico, desde Asif Ounila hasta el valle del Ziz, busqué el mayor número posible de nacimientos de ríos en ese tramo de los Montes Atlas y encontré diecisiete. Luego seguí el curso de cada uno hasta su muerte, pues ninguno de esos ríos logra alcanzar un cuerpo de agua mayor: todos mueren por sequía.

Diecisiete oasis.
Composición fotográfica hecha con capturas de pantalla desde Google Earth, 2022
Trabajar en El camino de Nordine ha sido un regreso a lo más básico, que para mí es la Tierra. No una madre, sino una casa/hogar. Aquí el equilibrio fortaleza-fragilidad está circunscrito a un pequeño territorio ubicado al sur de los montes Atlas, en la esquina noroccidental del continente africano. Allí, dos de cada tres oasis se han secado en el último siglo. Las especies vivas luchan por adaptarse o simplemente mueren, a causa de un proceso de extinción progresivo y acelerado por el aumento de la temperatura planetaria.
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la increíble Mange logró revelar el lenguaje de los oasis a través de la música y el sonido. Desde su música y desde su alma, le dio un sentido profundo a esta instalación y a todas las personas que tuvimos la fortuna de estar allí el 10 de junio de 2022.
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El valle, el agua, la arena
por Ana María Lozano
La palabra oasis remite a un territorio cuyas características predominantes estarían dadas por enormes contrastes. Por una parte, por la presencia de agua dulce y de vegetación, rodeada por parajes desérticos y arenosos. En términos simbólicos, afectivos, el oasis ha sido la imagen misma que le damos a la resistencia. Figura la oposición que formulan las palmeras, los pastos, el correr del agua a los embates de la arena, a la erosión del viento, a la salinización. Los oasis son un síntoma. Si se van empequeñeciendo, o si desaparecen, el desierto estará ganando territorio.
La intrusión de Gaia, es el nombre que Isabelle Stengers[1] ha dado a las diversas manifestaciones del malestar del superorganismo que es Gaia, la Tierra. Y es que con la crisis ambiental, con el calentamiento global, Gaia se manifiesta y cada vez con más frecuencia. El desequilibro entre las incidencias del humano en el planeta, las afectaciones que produce, y la capacidad del planeta de recuperar un cierto equilibrio, cada vez están más puestas a prueba.
En El Camino de Nordine, Blanca Botero recorre el camino del agua en el valle del Todra. Observa los contrastes, la lucha, el síntoma. Las tecnologías de la mirada satelital le son útiles para entender las dinámicas de los cuerpos de agua, para detectar la presencia de las manchas verdes, rosas, pardas.
Los pobladores del valle, de antiguo, han trabajado maneras de fertilizar el terreno, cultivando palmas datileras, aceitunas, alfalfa, albaricoques. Sus casas son hechas de la misma tierra, se mimetizan con el terreno. En este escenario geográfico los humanos han logrado un equilibrio negociado, con el agua, la tierra, con las estaciones. Esos pobladores luchan porque la arena no gane más espacio.
Las dos instalaciones de Botero, las geografías sometidas a situaciones extremas que presenta, las resistencias y luchas que se dan en el territorio, ponen en tensión las certezas. La incidencia antropogénica no siempre es nefasta para el planeta, no somos sólo depredadores. También podemos ser agentes polinizadores.
[1] Isabelle Stengers (2017). En tiempos de catástrofes, como resistir a la barbarie que viene. Ed. Futuro Anterior.

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Elkin Rubiano, con esta conversación in situ, nos ayudaste a compartir un mensaje. Gracias amigo!
Información adicional
TINERHIR fue presentado por primera vez en LA Galería arte contemporáneo, Bogotá, Junio - Julio de 2022.
